Los pequeños barcos de pesca que eran nuestro deleite sentar un rato en medio de las aguas, lanzando sin rumbo y pronto se fueron, pues se les había cortado la deriva de sus amarras. Mi abuelo, que había presenciado hace unos años este tipo de inundación cuando él era un niño pequeño, sacudió la cabeza y dijo que la ansiedad Ravi nos jugaría falsa, si no nos cuidamos.
Nos fuimos a la cama, pero permaneció despierto, esperando a que la fracción del gris amanecer. Luego todos nos pusimos en marcha a toda prisa loca, porque se había planteado de repente la alarma y todo el pueblo estaba en estado de pánico. El agua había subido más allá de todos los límites, y parecía como pueblo sería arrastrado.
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