En los días de la depresión, la Navidad que da casi no existía o era muy apretado porque había poco dinero.
Muchas personas mayores me han contado historias y aunque me hizo triste, yo también podía ver lo mucho que aprecian lo que ellos consiguieron. Podría haber sido una naranja o una manzana, o incluso un par de monedas de un centavo, pero apreciado tanto. Recuerdo haber visto los diminutos destellos en sus ojos y la sonrisa en su cara al recordar que la Navidad.
El don de dar no tiene que ser caro o estresante. Damos porque queremos compartir algo de nuestros corazones. Aquí está deseando a todos un muy Santísima temporada de vacaciones que está lleno de amor, alegría y felicidad.