Siempre le digo a la gente que vivo en Brooklyn, me tienen que decir cerca de Milnerton. Recuerdo conduciendo por la carretera de Koeberg cuando tenía 16 años o menos y mirando las casas más bajas de clase, tiendas no franquiciadas y graffitis impresionantes paredes adornadas con lo que parecía un mar de personas extrañas y maravillosas deambulando por la vorágine del tráfico de doble carril. Todas las razas, religiones y géneros. Cabezas Hip hop resbaladizas como la mierda, rastas con la boca abierta la mecánica, mugrientos pedregosos y las mujeres mujeres mujeres que beben.
Al pasar este escenario, pensé que era el barrio más cool de Ciudad del Cabo. Joder Gardens y Observatorio con sus calles estrechas, imágenes africana falso y habitantes hippyesque moda. Me prometí a trasladarse a Brooklyn tan pronto como me fui de casa de mis padres.
Adelante 8 años más tarde y yo estaba viviendo en un complejo de seguridad en la carretera de Koeberg frente al Ysterplaat AFB en el corazón de Brooklyn.
Yo había hecho muchos grandes amigos entre la gente que como yo no estuviera de Brooklyn, llegando tan lejos como Paarl, Kinshasa, Ginebra, Mitchells Plein y Johannesburgo. Tuvimos un mirador improvisado desde donde podíamos estudiar nuestra vista rodea desde la parte superior de la escalera en el bloque C, que hemos denominado "The View". Hasta aquí podríamos tener conversaciones serias sobre las mujeres, la política, la música y la vida en general, mientras disfruta de bebidas frías y viendo la puesta de sol sobre la isla de Robben.
Los helicópteros de la fuerza aérea serían constantemente la vuelta anterior nos da la impresión de vivir en un territorio ocupado. Fue una experiencia que me llevó fuera de mi zona de confort, que abracé.
Fue en una de esas noches que me estaba bebiendo con mis amigos los hermanos Kannemeyer en su piso que su tío anciano entró. Me llamarlo un tío, ya que era lo que él se refirió a mis compatriotas de color, como es común. No sé si era de ninguna manera relacionada con ellos. De todos modos, se unió a nuestro círculo sentados alrededor del brandy y coca-cola y se sirvió una copa.
Era ya sea un hombre de 50 años que había cuidado a sí mismo, o que era un 30-40 años de edad que tenía todos los días bebía de su vida. Independientemente tenía pliegues de piel que cubren sus ojos y una actitud agradable. Él pagado especial atención a mí, que me hablaba acerca de una serie de temas que no recuerdo. A medida que avanzaba l