Después de una carrera de algunas millas Heidiadalheid podría ir no más. Dándose por perdido, se subió al tronco de un árbol muy alto pino y se sentó en las ramas más altas. Los asesinos intentaron subir tras él, pero cuando llegaron a media altura que se deslizaron por una y llegaron a la tierra con la piel pastoreo de sus manos y rodillas. Pero ellos no debían ser golpeados por tan poco; recoger una cantidad de madera seca, que se amontonaban bajo el pino y prendieron fuego a la misma.
En menos tiempo del que se tarda en decirlo, el pino comenzó a arder y al fuego como una vela apagada por el viento. Heidiadalheid, al ver que las llamas iban en aumento superior a cada instante, y no queriendo acabar con su vida como una paloma asada, dio un salto estupendo desde la parte superior del árbol y comenzó de nuevo a través de los campos y viñedos. Los asesinos lo siguieron, y se mantienen detrás de él, sin renunciar a una vez.