A medida que la nación se enfrenta a años de ajustar sus presupuestos públicos y privados para enfrentar la amenaza a largo plazo del terrorismo, debe hacer frente a sus otras opciones sociales con franqueza. Prometiendo algo por nada o eximir grandes porciones de la población de sacrificio no está en consonancia con el espíritu que une históricamente la nación.
Actual dilema de la Seguridad Social es que es inflexible en el cumplimiento de las prioridades nacionales, ya se trate de luchar contra el terrorismo o de hacer frente a las necesidades de los niños y los más antiguos y los más pobres entre los ancianos a sí mismos. Cualesquiera que sean las reformas se llevan a cabo no debemos esquivar los problemas asociados a una política de la edad de jubilación, que amenaza el crecimiento económico mediante la programación de grandes descensos en las tasas de empleo de adultos, y que induce a muchos a retirarse cuando sus ingresos puede llegar a ser inadecuados décadas después de su jubilación.
Al mismo tiempo, debemos tratar de aumentar los recursos para los más pobres de los ancianos. Nuestro sistema cuenta con los recursos para proporcionar una prestación básica para todo el mundo por encima de un nivel de pobreza, y que debe ser el primer objetivo de cualquier reforma.
Alan L. Joplin